II.

Por la costa de piedra y arena tosca
quedan apostados los habitantes del frío austral
esperando en silencio.

El Calafate florece una vez al año,
invisible entre cortezas leñosas y su
una espina gruesa.

Dicen que así quedó en flor
esperando a que alguien vuelva y
que hoy se esconde a cielo raso
del viento sur.

Solo quiebran la estepa
los bosques de lenga.

Son islas verticales
que crecen infinitas
hasta caer golpeadas por el viento,
para secarse;
para morir apiladas sobre sus troncos
y renovar una vez más
el pacto de la vida
en este frío encarnatorio.